Aquel telón verde oscuro… casi negro… entre
enebro, pino, musgo, esmeralda, alga, y… albahaca… encerraba la escena de
aquellos dos humanos: Uno vestido de azul que se arrastraba por el escenario, y
otro vestido de rojo que pareciera observarle impertérrito a éste último. Aquel
verde del telón alzado en cielo sostenía insolente un cuarteto de columnas
etéreas. Incorpóreos contrafuertes de maderas que se despuntaban. Aquel telón
no tenía que caer aun. Su ligereza parecía sutil allá arriba cual una nube de
cristal. Entraba el silencio. Se asociaban la mudez del dolor de aquel hombre
de azul, y la elipsis poco más o menos desvergonzada del hombre vestido de
rojo. El bien y el mal estaban ahí, sin emplazamiento… sin verdad, sin
referencias… La realidad era su no existencia, porque nadie observaba. Aquel
telón de color enebro, pino, musgo, esmeralda, alga, y… albahaca… se plegaba
velozmente en un segundo intenso de resolución divina con La Gran Caja escénica
girando noventa grados al E.S.T.E. y once segundos después 33 al sureste… sin
que nada pasara, aparentemente. Sin embargo, se desDibujó algo al fondo. Sobre
el telón de asbesto… una mariposa traslucida. Apenas un reflejo indeleble. Sin
persistencia en la memoria del hombre de azul… Martilleante en la mente del
hombre vestido de rojo.
El hombre vestido de rojo, con su pantalón rojo. Su
camisa roja. Su corbata roja. Sus zapatos y calcetines rojos… imaginó una
foresta. Una exuberante frondosidad color verde enebro, pino, musgo, esmeralda,
alga, y… albahaca… por donde desaparecían del escenario tanto él como el hombre
que vestía de azul. Entre tanto, el hombre de azul, observando desde el suelo
el telón color verde enebro, pino, musgo, esmeralda, alga, y… albahaca… alzado
sobre él… imaginaba… gotas de ardiente lluvia de color verde enebro, pino,
musgo, esmeralda, alga, y… albahaca… quemando su rostro. Ninguna mariposa,
ningún espectador conmovido en platea. La Nada de la oculta maquinaria
“teatral” Toda silencio de Gran Mayúscula articulaba la conmoción reiterada de
La Gran Caja escénica girando noventa grados al E.S.T.E. y once segundos
después 33 al sureste… El Hombre de Azul… ya no se hacía preguntas… apenas se
movía… gesticulaba despacio… Gritó: ¡Yo no soy el protagonista!. El Hombre de
Rojo se acababa de perder en su espesura hecha brozal de verde enebro, pino,
musgo, esmeralda, alga, y… albahaca… como una “maleza” breve y brillante.
Inmóvil sobre las tablas. El Hombre de Rojo se percató de que tenía en su mano
izquierda el zapato derecho azul del hombre de azul. Y susurró: Yo… no soy el
protagonista. La Gran Caja escénica volvió a girar sus noventa grados al
E.S.T.E. y once segundos después 33 al sureste… y el zapato desapareció de su
mano izquierda, como una ilusión.