La vida es un escenario de colores. Un hombre se
arrastra en escena. No importa su morfología. Viste de azul completamente. Pantalón
azul. Camisa azul. Corbata azul. Zapatos y calcetines azules. Se arrastra
lentamente por el escenario total y absolutamente iluminado… tanto, que se
puede ver el patio de butacas vacío. Nadie disfruta de la obra puesta en
escena. La platea deshabitada es el mudo testigo de la trama. Los palcos
disponibles, rebosan su ociosidad. Y el hombre vestido de azul continua
arrastrándose sobre las viejas maderas del tablado callado. Pareciera también
hueco del todo por dentro, sin entrañas… sin esencia, entresijos de humanidad… Desde
el yermo gallinero desguarnecido de susurros el telón incoloro parece la boca
de un tigre anciano. No se adivinan los castigos que ocultan las bambalinas… los
motores de los diversos elementos tanto de iluminación como del decorado, no
emiten ruido alguno. Hay un silencio escenografiado perfectamente donde el
hombre vestido de azul se mueve sin avanzar. En el centro del Todo en
Mayúscula. Es La Gran Arena, La Gran Caja Escénica donde oculta la maquinaria “teatral”
La Nada cobra vida. Y súbitamente la oscuridad con tan sólo… únicamente… un
potente foco de luz blanca que ilumina al sujeto en mitad de su circunstancia. Vista
la cosa así… no hay verdad…
Se hace nuevamente la luz. Esa luz serena. Que
apacigua los sentidos. El hombre vestido de azul pareciera de nuevo cobrar
vida, que nuevamente se arrastra por entre las maderas envejecidas de ese suelo
mugriento de tiempo y espacio perdido. Sólo… únicamente… hay azul sobre el
escenario. El azul de unos pantalones, el azul de una camisa, el azul de una
corbata azul… Los azules de unos zapatos azules, con los calcetines a juego.
Todo lo demás carece de color, perfectamente opaco… como una tempestad sin
sentido, cual un remolino transparente dibujado en una imaginación rota a
pedazos. La camisa azul se agita en su musculatura tejida. La corbata azul se
desliza en una penumbra extraña, despuntada de naturalidad. Alguien lo observa
todo… El hombre vestido de azul ha perdido un zapato… el derecho concretamente…
El zapato azul no está sobre las tablas. ¿Tal vez nunca hubo un zapato azul en
el pie diestro de ese hombre que se arrastra por la escena vestido de azul?. ¿Quizás
no hay ningún hombre vestido de azul arrastrándose por ese desDibujado
escenario?. La Gran Caja escénica gira noventa grados al E.S.T.E. y once segundos
después 33 al sureste… pero nada parece cambiar. ¡Un momento!. El hombre se
acaba de sentar con las piernas cruzadas sobre el suelo del tablado roñoso mirando
hacia la platea. Parece que va a decir algo. Mira hacia la derecha. Mira a su
izquierda… ¿Busca su zapato azul del pie derecho?. Parece triste. Triste… y
cansado, de arrastrarse. Se siente como remolcado por una cuerda inmaterial.
¡Sí… va a decir algo!. Escuchémosle… La Gran Caja escénica vuelve a girar otros
noventa grados al E.S.T.E. y once segundos después 33 al sureste… pero nada,
otra vez… parece cambiar. Un hombre se arrastra en escena. Azul y despoblado.