Duermevela de un esclavo

Duermevela de un esclavo

Colores masónicos (Parte Uno)


La vida es un escenario de colores. Un hombre se arrastra en escena. No importa su morfología. Viste de azul completamente. Pantalón azul. Camisa azul. Corbata azul. Zapatos y calcetines azules. Se arrastra lentamente por el escenario total y absolutamente iluminado… tanto, que se puede ver el patio de butacas vacío. Nadie disfruta de la obra puesta en escena. La platea deshabitada es el mudo testigo de la trama. Los palcos disponibles, rebosan su ociosidad. Y el hombre vestido de azul continua arrastrándose sobre las viejas maderas del tablado callado. Pareciera también hueco del todo por dentro, sin entrañas… sin esencia, entresijos de humanidad… Desde el yermo gallinero desguarnecido de susurros el telón incoloro parece la boca de un tigre anciano. No se adivinan los castigos que ocultan las bambalinas… los motores de los diversos elementos tanto de iluminación como del decorado, no emiten ruido alguno. Hay un silencio escenografiado perfectamente donde el hombre vestido de azul se mueve sin avanzar. En el centro del Todo en Mayúscula. Es La Gran Arena, La Gran Caja Escénica donde oculta la maquinaria “teatral” La Nada cobra vida. Y súbitamente la oscuridad con tan sólo… únicamente… un potente foco de luz blanca que ilumina al sujeto en mitad de su circunstancia. Vista la cosa así… no hay verdad…
Se hace nuevamente la luz. Esa luz serena. Que apacigua los sentidos. El hombre vestido de azul pareciera de nuevo cobrar vida, que nuevamente se arrastra por entre las maderas envejecidas de ese suelo mugriento de tiempo y espacio perdido. Sólo… únicamente… hay azul sobre el escenario. El azul de unos pantalones, el azul de una camisa, el azul de una corbata azul… Los azules de unos zapatos azules, con los calcetines a juego. Todo lo demás carece de color, perfectamente opaco… como una tempestad sin sentido, cual un remolino transparente dibujado en una imaginación rota a pedazos. La camisa azul se agita en su musculatura tejida. La corbata azul se desliza en una penumbra extraña, despuntada de naturalidad. Alguien lo observa todo… El hombre vestido de azul ha perdido un zapato… el derecho concretamente… El zapato azul no está sobre las tablas. ¿Tal vez nunca hubo un zapato azul en el pie diestro de ese hombre que se arrastra por la escena vestido de azul?. ¿Quizás no hay ningún hombre vestido de azul arrastrándose por ese desDibujado escenario?. La Gran Caja escénica gira noventa grados al E.S.T.E. y once segundos después 33 al sureste… pero nada parece cambiar. ¡Un momento!. El hombre se acaba de sentar con las piernas cruzadas sobre el suelo del tablado roñoso mirando hacia la platea. Parece que va a decir algo. Mira hacia la derecha. Mira a su izquierda… ¿Busca su zapato azul del pie derecho?. Parece triste. Triste… y cansado, de arrastrarse. Se siente como remolcado por una cuerda inmaterial. ¡Sí… va a decir algo!. Escuchémosle… La Gran Caja escénica vuelve a girar otros noventa grados al E.S.T.E. y once segundos después 33 al sureste… pero nada, otra vez… parece cambiar. Un hombre se arrastra en escena. Azul y despoblado.