S.A.P.I.E.N.T.I.A. VIRTUS UTEM. El cerebro es
tierra de misterios. Cierto día hace muchos años después de un largo viaje
desde A llegue a la hora del almuerzo a Ciudad Bolivar y comí en un chiringuito
a las orillas del Río Orinoco una zapuara bien asada a la plancha acompañada de
varias polarcitas bien fresquitas. Había dejado el coche de alquiler cerca de
la Casa de Las Doce Ventanas. Era un día asquerosamente húmedo y caluroso, y
brillaba un sol que cuarteaba la piel más endurecida en mitad de un bochorno
que traía lluvia vespertina. Me senté en una silla de metal y sobre una mesa de
metal tan roñoso como el de la silla, Willy Joe, el dueño del
“establecimiento”, por llamar de alguna manera a aquel lugar desvencijado que
se caía a pedazos me sirvió el pez que había capturado unos minutos antes. Era
enorme. Como el propio Joe un pedazo negro de casi dos metros, ojos profundos,
ex–boxeador, camarero, cocinero y propietario in péctore de aquel barracón de
hierros que crujía y en cualquier momento se podía venir abajo. No desvelaré la
naturaleza de la conversación con “aquel hombrón” de la Venezuela Profunda allá
por 1.986, más fue una buena plática en una hora larga de refrigerio entre
cerveza y cerveza helada. Al despedirnos me obsequió con unos azabaches que el
mismo tallaba, y me previno de un mal augurio que me acompañaba. No le di más
importancia a aquel aviso… por aquellos días un servidor se comía a los niños
crudos… y si había alguna “mala compañía”, desde luego esa… era yo. Me colgué
uno de aquellos azabaches al cuello, y me dirigí a tomar un guayoyito en una
fuente de soda cualquiera de las muchas que había en el Paseo Orinoco por entonces. Cuando ya me marchaba de Ciudad Bolivar pasé para despedirme de Willy. Pero
no encontraba el chamizo donde había almorzado aquel día. Le pregunte a un
hombre que tenía otro “merendero” de los muchos que había allí asentados para que me
indicara donde quedaba su Chez Maison. Simplemente me dijo que Willy Joe había
muerto cinco años antes. Le mostré el azabache que llevaba colgado tallado por
él con el que me había obsequiado durante la comida… no pareció sorprenderse,
tan sólo me sonrió. No diré lo que me aconteció horas más tarde casi noche
cerrada en las cercanías de la Laguna Palua muy cerca de donde el Orinoco se
une al Río Caroní. S.A.P.I.E.N.T.I.A. VIRTUS UTEM. El cerebro es tierra de
misterios, y la vida sólo un pensamiento de Dios.
Recuerdo la frase del arquitecto
Augusto Perret que citaba Mi Ven. M.T.: La construcción es la lengua materna del arquitecto; un arquitecto
es un poeta que piensa y habla en el idioma de la construcción. Jamás debemos
olvidar que la virtud son los cimientos de la prodigiosa mente que juega en el
universo de la conciencia libre como el aprendizaje de la vida. Aquel hecho de
hace ya más de treinta años no fue un simple juego, fue real… realmente
ilusorio… como es todo aquello que creemos sentir, palpar, dominar… someter, e
incluso avasallar a voluntad. También nuestra más profunda gnosis es una
construcción imaginaria. Llena de significados. Templo supremo de los pasos que
damos en la S.A.P.I.E.N.T.I.A. Significa eso que la vida es sueño… bueno… puede
que como base sea sólo un holograma bidimensional… ¿acaso importa?. Somos las
soberbias fachadas de simples viviendas. Enormes puertas y largos pasillos que
llevan a salones pequeños en honestidad, integridad, honradez… donde un
pensamiento es únicamente un empeño para creer en algo que es más importante
que el hombre. ¿Y si no existiera el Planeta Júpiter, el Carbono, los melones,
ni una simple cucharilla de café?... ¿Sabéis de qué hablo?... o, dicho más
exactamente… escribo. Quizás nada sea real… menos, S.A.P.I.E.N.T.I.A., y el
balance de La Verdad, La Conciencia y El Libre Albedrío. Por eso la VIRTUS
UTEM, el E.S.T.E. cual columnas aun sin desvelar… y La Realidad Radical del
Ente Hombre creando una conversación en mitad de La Humanidad Universal con
Dios Constructor del Universo. Luz, materia, energía, espíritu, alma,
pensamiento, memoria, inteligencia, creatividad, construcción… sin fe, ni
religión, ni ideología, ojos, sentidos, razonamientos prácticos… únicamente, La
Verdad. Nunca hemos de olvidar bajo el compás… encerrados en nuestro primer y
primordial círculo individual que La Gran G de Dios Arquitecto es La Gnosis, el
conocimiento de todas la cosas… Y que Dios no precisa turbante ni túnica,
sandalias ni barba venerablemente cana… Dios es un niño fénix, una mujer con
una balanza y los ojos vendados, un arma cargada de balas de respeto… La medida
adecuada de la escuadra que mide la cuadratura de nuestra casilla que se acaba
de apagar. Es la laboriosidad del conocimiento que comienza en un lugar arcano
de misterios holográficos y tan reales como la realidad misma que no alcanzamos
a vislumbrar. La “tramposa humildad” nos ciega tantas veces. Los dogmas de la
ciencia…