Duermevela de un esclavo

Duermevela de un esclavo

Envuelvo, en dos palabras


Desde lejos se ve venir a los gilipollas. Con ese andar de gilipollas. Y ya se sabe… es Navidad… Tiempo de gilipollas. Ésta mañana trasteé por Madrid, mi ciudad… ciudad de perfectos gilipollas. Y observé colgada de una terraza el colmo de la gilipollez patria. La enseña nacional pendulona del recio balcón… como de las pelotas… con su carga de reafirmación nacionalista y racial… pero, bocabajo. Acaso entre el Papá Noel escalador y la colada recién puesta a secar, los habitantes de ese piso pedían algún tipo o solicitud de auxilio por amotinamiento… o, simplemente eran unos de tantos miles de gilipollas que en estos tiempos de crisis están haciendo ricos a los fabricantes de banderas, sean éstas de España, Cataluña, Euskadi… o, Santoprepucio de Arriba. En fin, que no voy a hablar de Cataluña. No me apetece. Me aburre el tema. Me da sudores pollunos. Desde el aburrimiento… Pero me parece que es un buen ejemplo el de la rojigualda boca abajo… o, bocabajo… de como desde lejos a los gilipollas se les ve venir. En todas las formas: Cuñados, y… acuñados. Por lo menos regocijémonos, de que éste tiempo de “paz y amor” y otras cosas, ya anda en los estertores. Con esas fatigas comerciales consumistas con hedor a untos pascuales. Y así andamos… volviendo a las andadas. Calculando el Efecto Coriolis en un disparo imperfecto. De tal modo, que cualquier tiempo de mi pasado reciente en barbecho de escritura: A: Fue, anterior… y, B: Que donde estoy diciendo digo, digo digi, y allá cada facha o asimilado, o español que se reafirme con el escozor de sus esfínteres anales. Mas… es lo que hay. Gilipollas. Aquí y en Bruselas, con coles o sin ellas… en Brujas… o haciendo el fantasma… Y sí… se llaman: ¡Gilipollas!.
Después de tanto tiempo, apenas un suspiro… no voy a hablar de la masonería en minúscula sin su plural mayestático. Ya se intuye: “Nosotros los…” y es que no están los días para claves complejas. Al personal la “buena mierda” se le tiene que dar en román paladino, y sin risus paschalis. Por cierto, he dicho ya que a los gilipollas se les ve venir. ¡Pues eso!. Que andas relajado por un centro comercial, en estos días, de esos abarrotados de gente hasta la bandera… aunque sea boca abajo… o, bocabajo… y, siempre está ese abuelo requeteabuelo de siempre que cree que la línea recta es suya, y el banco… aunque tengas la cadera rota… y la cola de envolver. Y la multitud luce con ese subconjunto de aptitudes que van pregonando un “soy gilipollas”, no me preguntéis por la capital de Eslovaquia, que ni te se decir que río pasa por Madrid. Pero tienen todos su bandera en el balcón para dar testimonio de españolidad. En otro orden de cosas, me siento con las pilas cargadas… español como el que más… pero me la suda Cataluña, Trump, y las polémicas excrementales de cada día. Todo son cortinas de humo. España ya no existe, y cuando antes os enteréis tanto mejor. España nos jodió a todos dos veces… bueno, sus barandas. Los de hoy… y de siempre. Con el Concilio de Trento primero, marcándonos a fuego el peso inquisitorial de unos gilipollas que hoy tienen hasta su canal de TV que acoquinamos todos, ateos y troyanos del divino verbo. Y que pena cuando pudimos remediarlo… que la guillotina en España no cortara la cabeza de reyes, militares y obispos… Hoy sólo quedan, sólo... gilipollas… Unos, ponen la bandera bocabajo… o, boca abajo… y otros, pues a la rica red social, o… socialista, o… de socios… listos. Lo diré una vez más: ¡ALGDGADU!.