Un masón sabe, debe de saber, en que consiste
La Batalla Eterna. La batalla espiritual que libra todo hombre contra si mismo
en algún momento de su caminar en pos de ser Conciencia. Ente Humano completado
y libre. Hablo de esa batalla, de la que he hablado en alguna otra ocasión,
entre El Águila de la “divinidad”, La Serpiente “antigua” de la “maldad”, y El
Dragón poderoso de nuestras “virtudes” con sus pesados “lastres”. Nadie está
preparado para el tiempo de la guerra, y La Gran Cosecha de la Conciencia. La
hora en que despierta la VIRTUS UTEM, y de golpe se recibe el Pensamiento de
aquello que es, y significa S.A.P.I.E.N.T.I.A. La serpiente mística y simbólica
enroscada a la columna vertebral del Ente Humano. Estoy hablando de una batalla
a la que no se marcha, “desfilando”. El que desfila, no piensa. Y La Batalla
Eterna es una suerte de cruzada necesaria y personal de nuestra Memoria y
nuestra Mente individual en el campo de hostilidades que vivimos sin un saber
perfecto, pleno y desarrollado por completo. Todo Ente Humano mientras es
hombre y mujer que desarrolla su Pensamiento, busca a Dios con ahínco. Hambriento
de conocimiento. Y la religión oscurantista le pone vendas en los ojos, vendas
“de magia”, y superstición para que no observe la soledad en la que tiene que
pelear por la supremacía de su virtud. Y entonces es cuando El Dragón de
nuestra pelea eterna lleno de ira y rencor ataca sin piedad a nuestra propia
Gnosis. Lo destroza todo dentro. Nos convierte en seres “miserables”, y nos lleva
a abandonarnos en un limo de ocurrencias ilusorias. Rebuscamos y escudriñamos
hasta encontrar respuestas satisfactorias, no necesariamente exactas ni
verdaderas, simplemente adecuadas a lo que pensamos debe ser nuestra propia
comodidad y gusto. Pero subyace en nuestro Dragón que nos pose el “alma” una
infelicidad, la de no tener respuestas a lo que hemos hecho. A lo que decimos.
A lo vemos, y sentimos. Y la tristeza nos invade. Y entonces buscamos maestros
en lo terrestre. Guías místicos o simples chamanes de agnosticismo, nihilistas
gentiles y absolutamente escépticos. Pero todo prosigue completamente igual.
Duerme La Serpiente antigua, y vemos al Águila allá arriba imponente en los
cielos inalcanzables… casi ocultada de nuestra visión por un Sol Vencedor. Desconocido.
Accidente “geográfico”… de un Universo que desestimamos en toda la belleza de aquello que guarda. Que hemos
estudiado pobremente cual un conjunto de planetas, planetoides, satélites,
cometas, asteroides, y como mucho estrellas lejanas, y nebulosas o incluso…
constelaciones zodiacales.
Y La Batalla Eterna, no está perdida. Está, a
un paso de ser completada. Está en el aire que nos rodea, en la tierra que
pisamos, en el agua que somos y bebemos, y necesitamos para irrigar y empapar
todo el conocimiento que podemos llegar a poseer. Porque entonces podemos
liberar a la bestia que llevamos dentro con todo su poder. El Odio, La
Antipatía, y El rencor… que creemos falsamente que está en los demás… pero, que
es nuestro, y sólo nuestro. Que nos carcome a nosotros mismos. Y entonces La
Serpiente antigua acude a nuestro rescate… es el fuego que está en los cielos. Sin
ocultismos de salón, sin supersticiones de oscuridad, sin Iglesia ni religión…
la que sea. No necesitamos ninguna creencia, sólo racionalidad. No necesitamos
enfangarnos en barros de fe ni caminar sobre adoquines de ciudades asfaltadas
de riquezas. Necesitamos escuchar el interior de un recio árbol, el calor de su
sabia interna, la fuerza de la naturaleza hecha de la misma sustancia del
Universo que El Arquitecto ha creado para nosotros como parte de una Gran
Humanidad Universal. Esa es la cartografía donde El Águila que parece tan
inalcanzable y lejana vive y reina. Hay está la VIRTUS UTEM. Que no es
simplemente un concepto vacío, si no que nos brinda una herramienta imprescindible
para todos los aprendizajes de la vida. Los relacionados con los avances
científicos, y aquellos que ensanchan nuestros valores de honestidad, humildad,
y grandeza. La Batalla Eterna es la reconciliación dentro del Ente Humano del
Dragón de nuestra ira y las causas que lo provocan, de esa Águila que nos eleva
hasta alcanzar las más altas cotas en la excelencia que somos capaces de brindarnos… y por
supuesto, ese aprendizaje continuo y máximo, urobórico, en eterno recomenzar…
Cola y alimento eterno de La Serpiente que conoce la Gnosis, La Verdad. La
eternidad de nuestra Mente, la penumbra de la resurrección. Que no hay victoria
sin derrotas, ni verdad sin mentiras, ni Sabiduría sin barbarie. El Águila
representa la fuerza y La Libertad, la visión sin límites de Dios, el Sol… el
aire y el fuego… mas, S.A.P.I.E.N.T.I.A. no está completada sin La VIRTUS UTEM
de La Serpiente… La Carne de nuestra agua y nuestra tierra. Carbono que somos,
del que venimos. De arriba hasta abajo, de abajo… hasta... "muy" arriba. Nomenclatura, entre
miles de nomenclaturas masónicas. Un masón sabe, debe de saber, de ese
despertar espiritual que late inconsciente contenido y circunscrito en una
cadena de ADN, en el Jardín del Edén… de una metáfora genética de La Batalla
Eterna. Auténtica medicina del alma y el cuerpo.