Voy a escribir un ratico, del silencio. El
silencio del número y el Universo. El silencio que vale su precio en tiempo. El
silencio del que no escucha, y el silencio recitado en susurro hueco. ¿Sabéis
de qué escribo?. El silencio no merece escribirse en clave humana vana. En
afectado estado de codorniz cantando. Escucho tararear a menudo el croar del macho y de la
hembra de codorniz humana que aun no están en celo cual un soniquete de ranas
bajito y largo. Pero es silencio al final, sólo eso. Y veréis, yo tengo madre. Casi
me aventuro a decir que cada habitante del Planeta ha salido del coño de alguna
mujer, sea católico o musulmán, político o no político, ateo o Teófilo.
¡Cojones, puede qué alguien no lo hiciera!. ¡Recáspita!. Puede que alguien haya surgido
por generación espontánea cual el cosmos sin la intervención de una Madre guión Padre
Dios, como un cementerio de ruedas. En silencio. Sin escuchar el ruido de los
remolques tirando caucho al desguace. Busquemos un ser humano bueno entre
tantos y tantos rebuenos, y aun mejores. Yo no me incluiré en el lote. Yo soy
malo, la maldad me carcome. Sólo busco un hombre justo. O una mujer, me es
indiferente. Alguien bueno. ¿Sabéis de qué escribo?. Lo repito de nuevo: Del
silencio. El Silencio del que no reza, El Silencio del que callará si prosigue
la interrupción constante. El Silencio del Maestro cuando aquellos que tienen
que aprender ya saben el valor del silencio, y encontrar en él ese susurro de
misterio del Arquitecto. Si te molestan las respuestas no debes hacer las
preguntas, si te molestan las palabras quizás debas hablar sólo con aquellos y
aquellas que te jadean, que te dan la calma del tonto y no elipses y puzzles infinitos que
resolver. Si quieres encontrar la verdad, busca la imagen auditiva extraña, y si
te enerva la parsimonia en el uso del verbo simple tal vez plantéate dejar la búsqueda
de La Gran Cosecha del Creador. Donde la ilusión siempre deja tu mente pulverizada.
El Universo está dentro de cada uno. Como La
Realidad Radical. Me planteo cerrar mi espacio, mi pirámide cada vez con más
convencimiento ante tanta y tanta estridencia inútil. Los sonidos de la humanidad en minúscula me aturden. Tanta
barbarie, embrutecimiento; levantarse mil veces, acostarse, comer, tratar de mostrar
verdades desvelándose, y no parar de encontrar enconamientos e imposturas. El hastío me puede. Masticar
sin dientes, gritar sin voz, llorar sin lágrimas ni derechos. Llevo acorralado
en un cuerpo humano desde que nací hace más de cincuenta años y quiero volar
libre como un pájaro, y aun me quedan tantos años de aprender cosas que
desconozco que me resulta más insoportable, a lo peor es no hacer entender a nadie que valor
tiene escuchar el agrietarse del mundo cada día, como clama un poco de armonía
y avenencia cada centímetro de la corteza terrestre. Desde las raíces de las
plantas que devoramos hasta el último animal inferior de granja procesadora de
carne que ingerimos. En el silencio de la noche eterna del espacio de La
Realidad Radical que el Dios Constructor del Universo me ha dado, que nos ha
concedido a todos a través de ese Libre Albedrío, si que puedo escuchar sus
gritos. Los alaridos del apio al ser cocinado, del tomate al ser cortado, de un
gran macho montes apunto de morir de un disparo certero en una montería, o de
un niño que muere reventado por una bomba en Irak mientras ve un simple y
estúpido partido de fútbol del Real Madrid C. de F. Irónicamente, eso si es morir por
una camiseta. Mientras, a niveles siderales, una molécula será calentada por
una estrella hasta producir cambios substanciales en sus arquitecturas
químicas, en silencio, entre otros campos no tan verdes, electromagnéticos. Y la raza humana a lo de
siempre, a demostrar su bondad ecuménica, y, enciclopédica.