Duermevela de un esclavo

Duermevela de un esclavo

Mundo gañan personal (Convencionalismos sociales)


La sociedad me deprime. Me deprimen los convencionalismos sociales. Pero no de ahora… de siempre. Desde muy joven, casi un niño… y ahora que soy un adulto “previejo” más, que digamos… de “maduro”… me atormentan, más que “deprimirme”. Me aplana la compasión debida al ceder el puesto en el autobús a una embarazada, me desalienta ayudar a pasar la calle a un ciego… el convencionalismo patriarcalista de llamar caballero a un patán y señora a cualquier mostrenca… Y no es que servidor sea antisocial o asocial, que no. Yo soy un sociópata. Directamente. O en ello me he convertido. Los malditos convencionalismos sociales porque sí, me parecen lúgubres refugios siniestros de humanidad. Moralidad de baja intensidad. Ética para gañanes y bobos. Deprimente, insisto. Algo patético en una sociedad como es la nuestra de manilargos de toda condición y cínicos redomados. Sistema pútrido de canallas antojadizos y tarambanas, e insolentes resueltos. Me hunde “moralmente” que llamen emprendedor por igual a un especulador que monta una empresa para evadir impuestos, que al que monta un negocio de hostelería para sacar adelante a su familia… Y eso, ¡eso!... es también ejemplo de convencionalismo social. Como dar por supuesto el valor de un militar, la caridad en un cristiano, o la integridad y rectitud de un magistrado. El Sistema, la sociedad, llámese modelo o régimen, “casta”… (tan de moda ahora) o, dirección, está en crisis… y no sólo en modo económico-social y político, si no que el “conflicto” va más allá. El método, el proceder educacional del personal, y la costumbre en la usanza humana están en absoluta decadencia de los modos y maneras de conducirse. Hoy la tendencia imperante es aquella en se premia igual al niño que es un completo zoquete que al que se esfuerza y no da más de sí, o aquel que es un lumbreras.
Y la igualdad hace esclavos de la ignorancia. Y por ello, un tonto servil con ínfulas de listo, o una engreída cualquiera necia hasta la infamia… pueden creer si les place y son así de pollabobas que es lo mismo ser un racista que ser un clasista, como parecer lo mismo la casualidad que la causalidad. Casualidad es un niño nazca con un cierto retraso mental, causalidad es que un chaval sea idiota… idiota él, e idiotas sus padres… Como ser un racista es no soportar a los negros, los latinoamericanos o los musulmanes por razón de raza, religión, o que sé yo… y ser “clasista” en mi caso… es no soportar una sociedad descompuesta de convencionalismos sociales porque sí… con su retablo con la mula y el buey… y “sienes y sienes” de… malos hábitos de conducción en el proceder y la integridad. Y si soy un sociópata por ello… me la suda. Están las clases, y… las “clases”. La Clá… que aplaude como focas amaestradas siendo las indicaciones de los convencionalismos sociales, y la clase de percibir y conducirse comprendiendo que cada uno con nuestras ideas y especificaciones pertenecemos a un mismo universo de diversidad con su adaptación y respeto a las situaciones. La norma por ley, “por mis cojones” sociales, o por éste es mi jardín… no vengas perro a mearte en él… (puro convencionalismo general) me deprime, me hastía… me aburre, y lo que es peor infinitamente… me ha vuelto un autoparia orgánico, y somático. Hasta el punto de ebullición algunas veces de querer enviar al género humano en su conjunto a una isla desierta con una gallina y un cuchillo… y que se maten. Me quedo con mi exilio interior. El ostracismo de observar la estupidez. El desarraigo de mi autodestierro. Mi autoexpulsión de una sociedad que no logro que me deje en paz.