Otoño de 1.986. La Igualdad es/era una utopía deseable, pero
algunas veces tiene mellas, como decirlo suavemente… imponderables insalvables.
Cuando era más joven era menos lógico y más vehemente… Por circunstancias de la
vida estudié unos años en UCV. (Universidad Central de Venezuela) Donde tuve el
placer en una de esas reuniones sociales "intelectualoides" de las que uno jamás debería perderse
de discutir con el rector de mi facultad que con su pasado esplendoroso de
ex-guerrillero me comparó a mí, por entonces un españolito soberbio y altanero
a más no poder con un jamaicano en aquel que era su país. No le faltaba razón
pero un servidor que por entonces tenía las meninges más enredadas en rizo con tirabuzón que la cola de un gorrino entró en harina con el baranda docente y le
pregunto no si cierto cachondeito a su superior magíster: ¿Bueno entonces, tú
amigo no hablas español como yo, pana… speaking in reggae?. En fin, aquel breve incidente repercutió negativamente en mis "calificaciones académicas" que por otro lado me la sudaban. (No diré porque) El rector me lo dejó claro con
un: No sabe usted quien soy yo… ¡amosnomejodas!, ese algo... curiosamente sonaba de una hispanidad
arcaica y ancestral. Mas, oh causalidad, o… casualidad… en pocos meses mi
masonería, el universo en pleno, y mi Dios Arquitecto vino a aparecérseme.
Porque que verdad es aquella de que uno no puede escupir para arriba… no vaya a
pasarte que el pollo te cague encima… el rectorcito, necesitó el favor y la
gracia de éste “humilde” españolito en las babias jamaicanas de las américas. Requirió mi ayuda. Y uno
como buen masón se la brindó como es perceptivo. Claro que naturalmente, no sin antes hacérselas pasar
putas, recordándole que el español viene… el idioma, del latín y no del
jamaicano… y acordándole en su “poder terrenal” que él mismo, cual Jesucristo,
podía convertir el agua en vino… de igual manera, él... (¡rector!) podía convertir suspensos
de cero patatero en matriculas de honor… por muy amante de Galeano que fuera el
Ex de lo que fuera y tuviera sus venas abiertas en Latinoleches. Me puse en
plan Pasionaria con tropezones de Robespierre con él, porque antes del Che
Guevara le hice saber que hubo revoluciones, y La Igualdad es una autopista de
ida… y vuelta. Y nada está inventado. Y algunas veces todo el monte se te puede
volver orégano. ¡Y joder, qué uno era muy cabrón, hostias!.
Igualdad. Algo a lo que debemos aspirar sin
descanso aunque a veces sea tangencialmente imposible, algo como lo que éste
episodio de mi vida me mostró a las claras. Con la soberbia de la juventud
arrolladora que el tiempo a limado, pero es que nadie es más por ser “rector”,
ni menos o más, por en un momento estar en una situación ventajosa.
Robespierre, como personaje tampoco es hijo de una “revolución”, quizás
Viriato… Antes Numancia que El Álamo… O la “revolución” la puso a rodar quien
inventara la rueda viendo caer los cantos rodados por las laderas de alguna
montaña y ahí comenzara La Igualdad de mancomunar el esfuerzo por tirar del
carro. Quizás en tiempos de matriarcado y culto a la Madre-Tierra. La diosa
preñada que trae la fecundidad, y… el progreso. Antes de la guerra, pero
después de descubrir la violencia; antes de Madame Guillotine, “Los
Aguiluchos”, el MIR de mierda… La igualdad. El Libro Blanco de la Masonería
tiene páginas y páginas que hablan de la igualdad. Que incumben a blancos y
negros, a ricos y a pobres, a hombres y mujeres, a heteros y gays, a cristianos
y musulmanes, a los que creen en algo y a ateos, y agnósticos… La Igualdad es
para todos. (O, al menos, debería serlo) Las leyes de la masonería son perfectas, desgraciadamente los seres
humanos no. Y La Igualdad es tan sólo otra aspiración incompleta de Los Hombres
Libres, aquellos en entidad de Conciencia y Libre Albedrío. Pasé buenos ratos
en la UCV mientras aprobaba por la cara sin dar ni chapa y tomaba guayoyitos
entre clase y clase que me saltaba en aquella “loca” juventud trabajando para
el demonio. Un demonio en caqui y red de lo más “humano”, y alguna que otra
ocasión, humanista. Nadie es perfecto. Me gustaría decir que La Igualdad es la piedra angular de
La Logia, pero ni tan siquiera es un puto y maldito guijarro. Quizás sea la
razón principal por la que en su día cansado de luchar abandone El Templo y a
mis hermanos "corruptos", harto de tanto ceremonial sin sentido “práctico”. Me recordaban a
ese rector imbécil, como tantos de aquí de apellido Rangel. En casi lo único
que La Igualdad une a la humanidad en minúscula da la impresión algunas veces
que es en estupidez tanto a izquierda como derecha. Claro que desde La Gran
Realidad Radical seguiremos escribiendo hojas en blanco…