El Juego de la vida del matemático John
Conway para muchos sólo es un desafío de
programación.
Para mí, es filosofía física de cómo actuaría un Dios Constructor del Universo
con la raza humana y su desafío a La Voluntad. Donde todo empezó con
automatismos celulares y ahora se expresa en preguntas retóricas del ciencia
complejas y hasta cierto grado, “irresolubles”. No es cuestión de que el
“Arquitecto” juegue con cero jugadores en la mente del Ente Hombre, en su
propia mente seguramente hay un infinito número de combinaciones que ningún
“algoritmo filosófico humano”, puede acabar de entender”, “sempiternos ciclos
de computación humanística”… La variedad de patrones humanos de La Voluntad
seguro que desafían la dictadura de la razón lógica; La Mente, La Memoria, El
Pensamiento de nuestra Conciencia ha evolucionado para desde una matriz inicial
sin datos desenvolverse en la imperecedera malla ajedrezada de la existencia
como un estado de unidades de tiempo que ocupar y crear. Algo que hacer crecer
en modo de vida y perpetuación de una Inteligencia que se pregunta el porque de
lo que somos realmente. Ahí está La Realidad Radical tantas veces buscada con
ahínco. En transiciones en todas las direcciones buscando la verdad en
“infinitas celdas” de verdades aparentes que profesamos como la vida “real”. Entendemos
cual algo “cierto”, un “engañoso” esparcimiento en un tablero sin contendientes
donde la vida se enciende y apaga continuamente. Escudriñamos el tiempo como
una constante de oscilación estática y balanceo medible, cuando tiene tanto de
coordenada fija y estricta. La voluntad juega con el hombre un particular juego
de la vida que sólo es obra, o mejor dicho… consecuencia de la evolución sin
retroceso de un Universo hiperdimensionado. Como en el Juego de la vida de
Conway no deberíamos entender la dinámica de cómo funciona el “juego” para
hablar y comunicarnos con “Dios” si no más bien, aceptar que esas “transiciones
científicas” que nos llevan hasta él únicamente son turnos de implementación de
avance con prueba y error de nuestra propia supervivencia como inteligencias
que escrutan éste vacío de un Todo que nos obsesiona sin límites ni
limitaciones.
Existen tantos tipos de personas. Los
oscurantistas que no precisan una Gran Respuesta y sólo precisan creer en un
Dios ajustable a su simplicidad, y los que buscan la luz y precisamos encontrar
sentido a ser una pieza en una casilla determinada en éste entrampado azar
cósmico… Los turnos en el Universo del Gran Juego de la Vida en Mayúsculas
quizás también hablen un idioma semejante de paradojas. Una extravagancia
“científica” donde los casilleros muertos de inmortales mundos como es el
nuestro agonizan en la “soledad” de creerse únicos, superpoblados… y entre un
medievo de religiones absurdas y un futuro sin “respuestas” de enigmas que
resolver. La Voluntad de ayudar del hombre protohumano es quebradiza, su
voluntad de ser parte de la Humanidad; todos los jodidos días del tiempo la
individualidad del ser humano acaba con su entidad. El hombre ha creado a lo
largo de los siglos de enfrentamiento consigo mismo y con sus hermanos de
infortunio “galáctico”… (esto último es broma) construcciones complejas con sus
propias “puertas lógicas” que atravesar para encontrar respuestas aceptables. La
pregunta es: ¿Dónde está el “motor de interrupción” qué apague a Dios de la
ecuación en la existencia del hombre?. Mientras no comprendamos quienes somos como
patrones que crecen indefinidamente por propia voluntad, Libre Albedrío
mientras tiramos de nuestra Conciencia… seremos simples hojas que mueve el
viento por azar casuístico… o, “objetos vivos” que maneja un “Constructor
Universal” como pequeños bloques de espurio Lego de carne y hueso. Las variables de la mitología humana
no me interesan demasiado. Ni las diversiones de la especie reinante y,
supuestamente “pensante”… Los supuestos de endogamias ateas y sistémicas de
“ideologías rancias”. El Ser Humano es patéticamente absurdo. Generador de
replicas “humanísticas”, de refutaciones “matemáticas”. Creador “Supremo” de
patentar nuevos usos a viejas maquinarias de “usar y tirar”. 2.0, 3.0… beta
4.2… No me interesa. El Dios Hombre juega el Juego de la vida con su avatar. Las
variaciones de la creación son demasiado caóticas, casi desoladoramente
“humanas”. Creer en El Arquitecto o no hacerlo, os lo dejo a La Voluntad,
hermanos. Siempre podéis creer en la antojadiza presunción de la charlatanería
de los sabios que en el mundo son referente.