Duermevela de un esclavo

Duermevela de un esclavo

El Libro Blanco de la Masonería: (Parte catorce: La gran batalla)


Dentro de cada ser humano se libra una gran batalla entre El Dragón, La Serpiente, y El Águila. El Águila representa a Dios… o, digamos el estado de gracia espiritual, para los pretéritos celtas era el ave más poderosa… como en el Antiguo Egipto, que del igual modo era la propia personificación del Sol. Símbolo de superioridad terrenal: En La Majestad, El Imperio, La Divinidad, Sabiduría, Los Misterios, El Valor, La Valentía, Fortaleza, Poder, Gobierno, Autoridad, Dominio, Hegemonía, Magnificencia, Excelencia, Victoria, El Beneficio, Los Triunfos, La Lealtad, La Nobleza, El Honor… La imagen del águila aparece en muchísimos escudos, emblemas presidenciales, sellos, estandartes y banderas. Cita el Apocalipsis 12:14, 15: Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila a fin de que volara de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde fue sustentada por un tiempo, tiempos y medio tiempo… El Dragón por su parte representa perfectamente a La Luna, a ese poder de la sabiduría oculta, la nao científica, trae el agua… el rayo, la tormenta, la tempestad que arrasa y limpia la tierra de la impudicia. El Dragón puede ser principio de todo, y destructor… a un tiempo. Impío en parámetros dimensionales de “maldad humana”… transporte imaginario y alegórico a “dimensiones” superiores del conocimiento espiritual y material. El Dragón es esa parte de sombra que hay en todos nosotros tan necesaria, pero que no responde a nuestros deseos de posesión y odio. ¿Y quién puede vencer al dragón?... Pues sólo ese verdadero Ente Perfecto e iluminado. El de la pureza de pensamiento. El que carece de dudas sobre el bien y el mal. Aquel o aquella que no precisa matar al animal, si no que cabalga sobre él. Cita de nuevo el Apocalipsis 20:2: Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años… Y es que no dominar un poder, como es el “poder” del conocimiento científico es algo “diabólico”. Y la guerra ocultista del hombre es una guerra, primero contra la naturaleza y sus leyes… y segundo, y más importante… contra La Inteligencia, La Memoria, y El Pensamiento. La Verdad se proscribe con facilidad.
Hablamos de que dentro de cada ser humano se libra esa gran batalla entre El Dragón, La Serpiente, y El Águila. Tratemos a La Serpiente. Para el catolicismo es el mal absoluto. Pero también para el catolicismo las madres visten a sus hijas pequeñas de putas, y ya sabemos como se las gasta el clero con los niños y “su inocencia”, a costa del celibato. La Serpiente enroscada al tronco del árbol de la vida, es la protectora del eje del mundo. La Serpiente guarda los frutos del árbol de la ambición del hombre. La Serpiente es la tentación, pero… guarda el conocimiento. ¿Dónde está la maldad?. El veneno mata, y el veneno cura. La Serpiente representa la madre tierra, el bien y el mal que habitan en cada uno de nosotros, observa la lucha sin final de El dragón y el Águila, es la virilidad, el Yang… la alquimia del hombre y de la mujer, lo confuso incluso del Ente Hombre que en el interior de La Realidad Radical busca la realización universal de la Conciencia Total. La Serpiente habita ese mundo subterráneo de las raíces del árbol de la vida y eje de la tierra… pero puede ascender hasta el mismo cielo, en tierra, aire o forma de agua. En perfecta comunión, ya sea con escamas de pez, con alas y plumas de un pájaro… o, con pulmones de fuego en las entrañas de las más recónditas cavernas. Todos los seres humanos tenemos que luchar contra nuestros buenos o malos propósitos. Custodiar los aspectos positivos de aquello que somos, defender nuestras ideas, proteger a los débiles… etcétera, etcétera… mas antes de entender nuestra aspiración entre nuestros hermanos… debemos librar la batalla de nuestro propio ser. El caos de la destrucción o la curación, la luz... del conocimiento. La tentación de los sentidos; veneno y mordedura, fuego y rugido, Garras y pico desgarrador… La espada que el Águila sostiene entre sus garras en la preeminencia del 33, representa su poder y el honor que son los atributos de carácter ordinario que deben sostener Los Soberanos Grandes Inspectores Generales de la Orden en su lucha por alcanzar la redención "humana". Nos llamaran asesinos por conocer el mal, nos llamaran locos… por no seguir la senda del rebaño que muge… nos llamaran con las peores palabras y gestos de atraso y tosquedad unos, y para ridiculizarnos otros, pues ocultamos aquello que en malas manos sirve a la envidia y la peor pasión y desazón de aquellos que se creen sabios, y simplemente son torpes e inútiles, fraternales hermanos. ¡A.L.G.D.G.A.D.U.!.