El General Franco declaró ilegal la masonería
en España en un primer decreto el 15 de septiembre de 1.936 mas siempre estuvo
intrigado por ella. La buscó y la rechazó a partes iguales, como refugio de
infieles; pero no logró entrar en ella, un personaje tan patéticamente siniestro
cual ignorante. Por ello la intento perseguir en vano y “depurar” como una cueva
del comunismo y el judaísmo internacional. Pero su última y suprema idiotez es
yacer enterrado en el Valle de los Caídos, la obra de un arquitecto masón, o
unos arquitectos masones, para ser más preciso, con sus propios maestros de
obra masones, financiada por masones y de ornamentos masónicos. Un monumento a
una posteridad en libertad, de carácter iniciático, simbólico y filosófico con
las medidas de una pirámide que hay que imaginar desde los 9.5 kilómetros al
sur del Monasterio del Escorial, con esa base de 300 metros de largo por ciento
cincuenta de ancho, y con las cuatro figuras de los arcángeles en su interior
de siete metros: Rafael, Miguel, Gabriel… e incluso, Azrael. El que mira hacia
abajo con las palmas de sus manos levantadas y unidas hacia arriba. Guardián de
los hermanos derrotados por la cruzada infame que yacen allí enterrados quien
sabe por cuanto tiempo. La Ley de la Memoria Histórica de José Luis Rodríguez
Zapatero, el Ex–Presidente del Gobierno de España y masón, como su abuelo el
Capitán Lozano fusilado en 1.936 por pertenecer a la masonería pretendía algo
más que dar justicia y razón a los represaliados republicanos de éste país, también
hacer prevalecer el conocimiento de aquello que somos por encima de hombres y
adversarios, Hermanos. Pero La Iglesia en España, aun en ésta España
“democrática”, es oscura y poderosa. No ha conocido todavía su propia
transición. Y sigue viendo en sus “alturas”, en la luz diáfana del Dios masónico a
Lucifer.
Miguel de Unamuno seguramente conocía mejor que
nadie que significa creer en un Dios Arquitecto y Constructor del Universo
cuando dijo aquello de: La presencia del
Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los
racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de
los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner dónde estaba el
tradicional Cristo agonizante?. ¿Una hoz y un martillo?. ¿Un compás y una
escuadra?. O, ¿qué otro emblema confesional?. Hay quien aun cree que la
masonería es conspiradora, y confunde la “conjuración” con la revolución. Cuando
sin “revolución” seguiríamos anclados en el carro tirado por bueyes y en la polea.
La ciencia ha sido el Gran Satán del cristianismo, cuando nada es más sedicioso
que el propio Cristo y subversivo que su mensaje inspirador; claro que el miedo
a la luz mágica del fuego envenena la ignorancia de los pueblos temerosos y de
los hombres ambiciosos por encima del propio temor de aquello que desconocen. Abogar
por un Estado laicista, no es apoyar un estado anticatólico y un sistema
anticlerical, es dejar que cada cual tenga libertad e igualdad para seguir su
propio camino sin imponer sus ideas a los demás. Y eso es exquisitamente
“revolucionario”. Siempre aquellos que portan los negros estandartes de la
barbarie acusaran a la masonería de conspirativa. Influyentes en la política,
medradores en el ejercito, tradicionalistas, rojos “comunistas”,
separatistas, satánicos… Illuminatis… que ahora está tan de moda, ay… blasfemos
todos. A veces la discreción es precisa, porque el “analfabetismo” social es
tosco y grosero, torpe y salvaje. Como era ese cabrón mal nacido de General que
debería ser borrado de la memoria él sí, y que todos sabemos. Algún día los
necios deberán decidir que somos, si comunistas o capitalistas, por ejemplo. Si
el Universo es la tierra y sus monarquías, o un Reino de Conciencia.