Si no se toma una cierta distancia de la
realidad ilusoria corres el riesgo de quemarte en ella. Y eso es malo… muy,
malo. Porque las cosas no son como se perciben, la “realidad”, nunca es, como
“aparenta” ser… los hombres convierten lo bueno en “malo”, y subvierten el
orden “real” de lo “aparente”, por el orden establecido. De modo, que nada es
lo que aparenta ser… si no realmente lo que es. Es lo que tiene, vivir una
mentira que creemos que es absolutamente real. Un día, miramos a las estrellas
y nos creemos dioses, al siguiente ya no somos tan grandes y la infinitud de lo
inabarcable nos convierte en hormigas, o ni tan siquiera eso. La humanidad, ese
basurero donde medramos a nuestro Libre Albedrío tiene sus recodos donde es
posible pararse a reflexionar sobre la sentina donde respiramos
atropelladamente estos tiempos inciertos. No todo vienen a ser sumideros
político-sociales, ni tampoco cloacas militaristas donde descerebrados sin
escrupulos hacen de la muerte su negocio… Si no tomamos cierta perspectiva
dialéctica en la Gran Conciencia Universal uno se enreda en un paño de tafetán
oscurantista que se quiere hacer pasar por seda pura y no es si no la más
infecta de las mancebías donde los hijos de los “hombres” son amamantados. Y es
que nada es más estúpido que la religión; desde las guerras en nombre de dioses
de superstición y magia hasta el simbolismo ritualista que nos deja en manos de
auténticos y caprichosos charlatanes de feria. Sólo se precisa una mente libre
de ataduras para comprobar y sentir que somos grandes dentro de nuestra
ilimitada clarividencia y percepción de aquello que verdaderamente somos como
Ente imperecedero. Lejos de la gravedad y las fuerzas que oprimen nuestra falsa
“humanidad” está todo un caos maravilloso de “orden” cuasi perfecto que
explorar.
El error de muchos de mis hermanos masones en
tantos años de aventura y aprendizaje juntos de las humanas virtudes ha sido no
superarse en el abismo de la egolatría y abrazar la auténtica humildad del que
siendo Maestro, tiene que dar ejemplo con disciplina de simple y llano
aprendiz. Las insignias de los grados y rangos, la parafernalia de los
“venerables” templos, lugares de comunicación con el Supremo Arquitecto, han
repudiado la veracidad de la razón más pura y lógica, y la luz del juicio más
hermoso. El del gnosticismo de Dios. La ciencia y la sabiduría ancestral. Todo
el mundo debería saber que tan sólo somos náufragos de un océano llamado Tiempo
en constante lucha con el “salvaje” oleaje que nos agota y confunde, pero no
vale la pena tratar de explicar en que consiste ésta burda metáfora, pues la
“humanidad” yace embotada en diez problemas cotidianos que son más importantes
que uno o dos conceptos relativos a la supervivencia de la especie. Podemos
quemar en una hoguera en mitad de una plaza pública todos los libros que sea
menester… algunos tan sólo verán un gesto de excentricidad, otros… una
incomprensible y desalmada suerte de “performance”… Lo genuino quedará alterado
por la conmoción de lo fingido, el engaño… ese es el fin de los que manejan la
ilusión. Lo que algunos llaman conspiración, dificultades… reflexión… sólo son
invenciones para nuestro placer y autosatisfacción. La gente no quiere la
auténtica verdad, se conforma con una “verdad” que les de sosiego y paz. Seguridad
y certidumbres. Los mercados anhelan confianza, los inversores… cero riesgos,
los ciudadanos acuerdos… y los políticos… ¡Ay, los políticos!. Ese sacerdocio
tan pagano cuan cualquier otra Iglesia. Es el rito de cada día.