Duermevela de un esclavo

Duermevela de un esclavo

La campana tras un asalto de golpes sin poder reaccionar


Confieso que algunos días me cuesta respirar, y hoy es uno de esos días. Uno de esos días en que no entiendo nada de nada, y además no quiero entenderlo… todo. Porque el CIS dice que el Partido Popular volvería a ganar las elecciones, y el PSOE subiría en intención de voto, porque se comete en Pakistán un atentado suicida que mata a tantísima gente y apenas se informa de ello ni pareciera importarle a nadie… porque son tan, pero tan importantes los problemas organizativos de los JJ.OO. de Río, los del transporte de los atletas y los espectadores a las sedes de los distintos deportes cuando el mundo tiene problemas más acuciantes como millones de seres humanos  que no tienen acceso al agua potable y mueren a centenares de enfermedades absolutamente evitables… por enfermedades relacionadas con el acceso a ese agua que derrochamos tan impunemente en las economías del llamado Primer Mundo. Porque francamente ante el hambre, la precariedad social o la inacción contra la pobreza infantil me importa una ñorda seca que los mierdecillas figurones de C’s, por ejemplo, y sus medios de desinformación voceen en títulos más grandes que trascendentales su advenimiento al pactismo mamarracho por determinados arreglos en lo económico. A veces, como ahora mismo madrugada mientras escribo esto, preciso poner el ventilador bien fuerte y no imaginar que estará sucediendo en algún lugar remoto del planeta, en las antípodas de mi dolor. Ni leer de los casi trescientos días de un gobierno de ratas corruptas en funciones que volverían a ganar unas elecciones en un país de idiotas, y de que Rafa Nadal pasa a cuartos de no sé que grande pus de medallero… y, de un etcétera de la agencia Moody’s, y otro de Carmena, y el tirón de los Reyes del Mambo me la suda pero con mucho. Y me cuesta respirar La Realidad Radical.
Y claro que envidio a esos monstruos cotidianos, a esos putos fermentos humanos que conozco como viven en el pintón País de Oz para los que el horror silencioso tan cierto y lacerante de ésta humanidad no existe. Tantos compatriotas bífidus para los que el sufrimiento de los niños que están en la indigencia más sangrante, paisanos que no tienen prácticamente nada, gente que trabaja en condiciones de esclavismo laboral… son unos malditos bordes que no les sonríen y hacen las mil y una reverencias mientras les sirven la cervecita helada en el chiringuito tras una agotadora jornada de playa y abrasamiento suicida embadurnados en crema protectora factor 50. Ojalá llegue el día que se incineren bajo una detonación que no les proteja ni con un potingue antisolar “factor” tres millones. Quizás entonces en el último milisegundo de sus cochinas vidas entiendan que la violencia socialmente aceptable que alentaban contra el enemigo de occidente bombardeando lejanos países donde la gente muere sin que les llegara a importar un carajo, en carne propia es muy jodida. Mientras tanto que en el Universopaella repasada siga brillando el sol y sonando a tralla música para no pensar en nastideplasti. Ritmo de corral y sombra, pistolas de agua y barbacoas con ensalada. Y que los hombres y mujeres de fermentos lácticos de éste Nunca jamás sean felices y coman perdices hasta reventar. Y ganen Gasol y Nadal sus medallitas de los cojones, y toda esa España bien pensante, bien trajeada, bien comida, e hija puta. Con su solidaridad de factor 50, y visión de 45º a la sombra. Y el negocio sigue y sigue rodando como una rueda inexorable, un juego de poleas que no se detiene. Me agota la estupidez humana. Me asfixio y me cuesta respirar. Procuro cada vez entender menos, pero es inútil… completamente inútil. Siento ese golpear doloroso dentro de mi cabeza. La campana tras un asalto de golpes sin poder reaccionar.