Duermevela de un esclavo

Duermevela de un esclavo

Mis queridos amigos y hermanos… (Principios masónicos: Cinco)


Todo bajo la égida del Ojo de Horus y sus fracciones. Hijos de la materia oscura, del Principio de incertidumbre... de las proteínas mutantes... Amigos y hermanos: Maestros, compañeros y aprendices: Creyentes y escépticos: Heterodoxos disidentes e iconoclastas en general: Honestos e indecentes: Honorables e indecorosos, parientes y enemigos: (Si alguno quedase) El agua es clara, fresca y encerrada en grisura, y la noche negra, “mágica”, pero henchida de conocimiento que ya dentro de poco quedará al descubierto. Hemos andado mucho desde 1.980. Recordáis. Éramos inocentes y salvajes como potros, corríamos libres y salvajes, creíamos en Dios Constructor y Arquitecto del Universo escondidos en el Templo Rojo a salvo del oscurantismo y los latigazos de una fe corrupta de mentiras infames. Bebíamos la vida a grandes tragos recién abierta la puerta y la salida para respirar una Libertad que siempre tuvimos como hijos que somos de la verdad y la luz. Los niños habíamos crecido y estábamos prestos al sacrificio, aunque tal vez con todo lo que sé ahora sería más reflexivo… pero, ineluctablemente volvería ha hacer mi deber, de cumplir con mi obligación de masón y patriota, socialista y devoto de mi amistad y trato. Aquel mes de abril del 1.980 en la legendaria La Vía Lactea, de la Calle Valverde del Barrio de Malasaña de Madrid hace ya más de 36 largos años fundamos la Asamblea de Hermanos Negros 323. Éramos ocho entonces, quedamos tres. Los hermanos mejores, los más “inocentes” aunque no del todo puros cayeron y también supieron callar. Los mataron las balas, el olvido, la carretera, el corazón y el cáncer. Quedamos el que se ha corrompido, el que ha preferido olvidarlo todo… y, el que ya hace un tiempo que está empeñado en morir con las botas puestas. Que cada cual se haga cargo de sus deudas con las monedas viejas y la sangre. Moriré rojo y español, tricolor, mirando a las estrellas, siempre fiel, de blanco inmaculado, hijo de un padre universal, de una madre fecunda, de una verdad desvelada… que cada palo, aguante su vela.
Camelot hace tiempo que fue destruida. Apenas ya quedaba nada de ella en 1.996 cuando volví con tres de los hermanos un martes antiguo al viejo andurrial de los abrazos fraternos. Servidor ya era blanco, y el odio y el rencor carcomían mi mente, pero nunca el gusano de la ignorancia. Los nombres de los hombres han de perderse en el olvido con las viejas calles… George Square, Forrest Road, Krpina, o la Rue de Clichy en el Distrito Nueve. Ahora el agua está embotellada, y está duermevela de un esclavo es su Ojo de Horus que supura pus mientras resuena I am the walrus. Ya los conejos dejaron de correr ni tampoco escuchan en segundo plano los partidos del F.C. Metz. Chemin du Fiet queda lejos, muy lejos. Los volúmenes de Simone de Beauvoir. En fin… 2.016… veinte años después, toda la vida corriendo y ahora en la espera de cumplir años La Gran Parada de “burro manchego”. Viviendo despacio, comiendo fuerte… y sin miedo a la muerte que dijo el viejo “clásico”… pues ya no cago strong fire. Soy victima del jodido estreñimiento de un puto cabrón acabado. Eso sí… me mantengo puro, el mandil guardado, el anillo… todos los abalorios de maestro… menos mi cabeza, que hoy reflexiona de aquellos tiempos pasados y perdidos trabajando para el diablo de la codicia más villana. ¡Cómo me aburre!... Perdón… Quiero decir: ¡Cómo detesto!... a aquellos que no aprenden nada, por más que insistas y te dejes la piel y el hueso en explicar de que va todo esto. Y el tiempo corre inexorablemente para mí. Pues eso amigos, a vosotros que conocéis mi verdadero nombre os exhorto a recitar el viejo grito de auxilio francmasón, leer el recuerdo del pergamino perdido en el silencio recitante de vuestros labios sellados. Y cuando amanezca, como siempre… sonreir al Sol, pues aun es noche que espera el abrirse definitivo del horizonte que ya clarea. Ya sabéis que la alquimia comienza en Aries. Y la guerra. La maldición de las columnas de granito, los diez mandamientos grabados en ello. El oscuro libro de la palabra griega que te trae la marea del tiempo en navegación platónica. Que ves en la biblioteca y no tomas. Todo sucede ahora mismo, mientras desayunas, cenas, trabajas, callas, lees, observas tú alrededor inquietante… Es la vida. Sí… mis queridos amigos y hermanos…